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El proceso de exhumación en el cementerio Las Mercedes de Dabeiba hace parte del caso 03 de la JEP, conocido como el de "falsos positivos". | Foto: CRISTIAN LEGUIZAMÓN - SEMANA

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El cuerpo de un niño, entre los nuevos hallazgos de la JEP en Dabeiba

La Jurisdicción Especial para la Paz exhumó siete cuerpos más del cementerio de Dabeiba. Con estos son 10 los que ha encontrado el tribunal esta semana.

18 de febrero de 2020

En dos días, la Jurisdicción Especial para la Paz ha exhumado 10 cuerpos del cementerio de Dabeiba. Entre los hallazgos están los restos de personas que fueron inhumadas de manera ilegal con botas de caucho y el cuerpo de un niño de entre siete y nueve años.

Según la JEP, los cuerpos habrían sido presentados como bajas en combate por parte de agentes del Estado. Antropólogos y funcionarios de la Unidad de Investigación y Acusación avanzaron en la exhumación en tres puntos durante la jornado que realizaron este martes.

Los expertos contaron con información de un testigo clave. Solo este martes, la jurisdicción encontró siete cuerpos más. Los hallazgos serán entregados a Medicina Legal. La jurisdicción explicó que los trabajos en el cementerio se completaron con la jornada de acreditación de víctimas de desaparición forzada por parte de las Farc y de "falsos positivos" de la fuerza pública.

El proceso de exhumación en el cementerio Las Mercedes de Dabeiba hace parte del caso 03 de la JEP, conocido como el de "falsos positivos". 18 lugares del país en los que estarían los cuerpos de personas desaparecidas hacen parte de la investigación.

Los forenses de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) llegaron el 9 de diciembre al cementerio católico Las Mercedes, en Dabeiba, para comenzar a remover la tierra en busca de decenas de desaparecidos que, según varios indicios, yacen allí. Los magistrados Alejandro Ramelli, Gustavo Salazar y María del Pilar Valencia llegaron hasta allí siguiendo pistas de ejecuciones extrajudiciales cometidas por algunos miembros del Ejército Nacional. 

En el cementerio de Dabeiba reposan 32 necropsias de cuerpos que el Ejército registró como muertos en combate, pero que hoy por los testimonios de un soldado y un sargento podrían corresponder a ejecuciones extrajudiciales. De ese número solo 10 tienen actuaciones en la justicia penal militar. Y la mayoría no ha avanzado.

En diciembre, SEMANA reveló cómo los magistrados de la JEP escucharon las versiones del soldado Buitrago en diligencias previas y la jurisdicción mandó una avanzada para estudiar el lugar. Finalmente el lunes de la semana pasada los magistrados viajaron con la misión de contrastar en el terreno las declaraciones del soldado y de conseguir más evidencias. En solo cinco días de excavaciones los funcionarios judiciales habían recuperado restos de nueve cuerpos.

En los folios que reseñan estas muertes hay todo tipo de irregularidades y actos que evidencian la manipulación de los elementos materiales probatorios. “Nos encontramos con el cadáver NN, el cual no se encontraba con su respectivo rótulo ni cadena de custodia (…) constancia del juez indica diferencias de reporte de heridas descritas en necropsia y las registradas en las actas de inspección”, dice en uno de los expedientes.

Jóvenes reclutados en Medellín

Poco menos de una hora duró el recuento de los entierros que hizo el soldado Buitrago. Además de señalar posibles tumbas, contó detalles de la estrategia específica de su unidad para asesinar inocentes. A casi todos los reclutaban en Medellín, con el fin de que en Dabeiba, a 174 kilómetros, no hubiera quien los reclamara. En la capital antioqueña se habría instalado un grupo de soldados de la unidad de Buitrago con la única misión de reclutar a personas en la periferia de la ciudad y llevarlas a la zona montañosa de Dabeiba donde operaba el batallón y, luego de simular un combate, los mataban y los hacían pasar por falsos positivos.

Los asesinaban con disparos de fusil, casi siempre en la cabeza y en el pecho, y luego los vestían con sudaderas, camisas y buzos negros y botas de caucho. Reportaban las muertes en zonas altas de difícil acceso y riesgosa seguridad, para que la Fiscalía no pudiera entrar al lugar y permitiera que el Ejército hiciera los levantamientos de los cadáveres. Un soldado verificaba que no se les pasaran irregularidades muy visibles: que los orificios de entrada de las balas coincidieran con los huecos en la ropa, que el calzado estuviera en el pie que correspondía. El fin, de blindar la macabra farsa. 

Luego los llevaban al laboratorio de las necropsias, ubicado a un costado del cementerio. Un cuarto blanco de 5 por 5 metros que huele a mortecino. Adentro hay tres mesones para poner los cuerpos y una plancha en concreto para practicar las necropsias. Allí, en ese lugar, los mismos soldados interferían en las diligencias y manipulaban sus resultados, según Buitrago.

Mientras en el laboratorio convertían a los inocentes en guerrilleros, afuera, a pocos metros, el sepulturero iba cavando la fosa. A veces, el municipio donaba ataúdes sencillos, unas cuantas tablas juntas para meter al muerto. Pero en ocasiones no había caja, entonces los tiraban en la tierra apenas cubiertos por una bolsa plástica, o, en su defecto, sin bolsa. Luego de reportar los resultados venían las recompensas, los permisos. Según Buitrago, dos mayores que comandaron la unidad mientras él estuvo allí daban las órdenes de este aparato de muerte.